viernes, 2 de julio de 2010

UNA VELADA CON VINCENT PRICE

O también: Una velada con Edgar Allan Poe o Una velada con Guillermo Henry.

Ayer, jueves, acudí al Foro Shakespeare para presenciar esta obra en dos actos basada en la obra de Edgar Allan Poe, en específico de El cuervo y El corazón delator.

Guillermo Henry en la actuación y Eduardo Ruiz Saviñón en la dramaturgia, diseño de audio e iluminación y dirección. Anteriormente, esta misma dupla trabajó en El enviado de Cthulhu. (Aquí pueden leer mi reseña)

Esta vez se superaron. A lo mejor fue porque el propio Eduardo Ruiz Saviñón se encargó de la dramaturgia. Guillermo Henry, en ambas ocasiones, estuvo genial.

Producción modesta: un escritorio, un par de mesitas y una silla; libros, alcohol y un retrato de Edgar Allan Poe. Por lo que Guillermo Henry tuvo que aplicarse a fondo llevándose la noche y una carretada de aplausos.

En el primer acto, Henry, personificado como Vincent Price, nos dio un breve pero acertado resumen de la vida y obra de Poe: sin él no habría un Baudelaire o un Lovecraft. Después, el mismo Henry, escenificó El cuervo. La iluminación y el audio intensificaron la ya de por sí grandilocuente actuación de Henry: ningún error; lleno de locura y pasión. Por momentos su voz privilegiada me recordó a la de Oliverio Girondo.

Intermedio. . . . .

Segundo acto: Henry escenificó El corazón delator. De nueva cuenta brillante, impecable. Transmitió la locura y la desesperación por ese "maldito ojo", cuya representación se basó en un modesto pero efectivo recurso: con una lámpara sorda, en plena oscuridad, utilizando los dedos, Henry dejó pasar algunos rayos luminosos creándose la forma de un ojo reflejado en las paredes. Genial. La iluminación y el audio volvieron a estar a la altura.

Una gran obra que, lamentablemente, ayer fue su última presentación. Se irán de gira al interior de la república pero promete regresar al DF para finales de año.

Esta es la introducción de Vicente Quirarte (quien revisó los textos de la obra):

Tras ser considerado en su tiempo un autor extravagante y marginal, Edgar Allan Poe es actualmente motivo de pasiones tanto para el joven que descubre sus propios fantasmas como para el erudito que explora los caminos de su pensamiento y en él encuentran a uno de los arquitectos de la estética moderna. La imaginación, loca de la casa, elevada por él a las más altas cimas de la lucidez y el profesionalismo literario.
Si en 2009 celebramos su bicentenario de natalicio, Teatro Gótico y todos los amantes de Poe lo hemos venido acompañando -más exactamente, hemos sido acompañados por él- desde que tenemos la fortuna de haber sido tocados por su hechizo inagotable.
Para quienes tuvimos el privilegio de conocer a Edgar Allan Poe en las interpretaciones que de sus textos hizo Vincent Price, volver a altas horas, trémulos y embrujados, a las letras del autor de El cuervo adquiría un carácter doblemente extraordinario. A través del actor Guillermo Henry, sus gestos y su voz nos regresan a esa emoción primigenia.
Esta puesta en escena del director Eduardo Ruiz Saviñón hace una nueva visita a Poe y toma como eje uno de sus textos que con justicia ha recibido el mayor número de adaptaciones e interpretaciones: "El corazón delator" reincide en el eterno y antiguo tema del mal y sus ambiguos filos, pero se adelanta a las interpretaciones que la ciencia y el arte han hecho a través del tiempo acerca de ese impulso perverso que, al igual que en el poema "El cuervo" y otros textos fundamentales de Poe, nos recuerdan que el verdadero terror nunca puede ser artificial: nace y prospera en el corazón del hombre.
Como antes lo demostró Ruiz Saviñón en su memorable puesta en escena de "La caída de la casa Usher", y en otras de sus obsesiones compartidas, el arte y el amor son las únicas formas de purificar el lado oscuro.

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